Muchas veces he sorprendido a mi interlocutor poner un gesto de desaprobación cuando le menciono el hecho de que me agrada el mundo de los cómics, como si fuese algo prohibido para alguien que pasa de los treinta años. Considero que el cómic es una rama más de la literatura pues hay obras sobre las que no sólo no pasa el tiempo, si no que se acaban convirtiendo en una película de gran éxito, como es el caso de Watchmen o Una historia de violencia.
Y es que la gente no termina de asimilar que hay obras con mayor calidad que muchos de los best seller más de moda. Leer cómics no es excluyente de leer ensayos, novela negra o cualquier género literario, pues eso es precisamente lo que es, ni más ni menos, por no decir que en algunos casos, es un excelente material introductorio hacia el hábito de la lectura para los más pequeños.
En los numerosos años de antigüedad que acumula el medio se ha convertido en una gran industria, de la que bebe Hollywood, quizá por su dinámica semicinematográfica, pero realmente ha desarrollado un lenguaje y narrativa propios, un medio de expresión impagable, a la par que con pocos costes en cuanto a su producción. Es ya un recurso irrenunciable para todos nosotros, ya que este medio, nos ha acompañado desde siempre, incluso antes de descubrir en nuestras vidas al fascinante mundo de los libros. Creo que el cómic, forma ya parte integrante de la cultura universal.
La prensa —especializada o no— del resto del mundo, en especial en los Estados Unidos que no se inhibe ni pasa de puntillas en cuanto a contenidos relacionados con el cómic como cultura popular que es, algo que no les da ‘cosa’ reconocer, a diferencia de lo que sucede por aquí.
La respuesta a nivel internacional es igualmente positiva. Los autores de las grandes editoriales acuden encantados año tras año. El cómic es más que un simple medio de entretenimiento, es una de las bellas artes, siempre de plena actualidad. Lo que resulta un tanto extraño es el silencio mediático aquí, si exceptuamos los días de septiembre en los que se suelen celebrar las jornadas. Posiblemente sea cosa de despojarse de inhibiciones y complejos culturales como en otros lugares, y celebrar el cómic como un arte dotado de un lenguaje literario y un ritmo muy cinematográfico.
Los buenos cómics son un material de lectura de incuestionable calidad. Para una de las entrevistas entro en una librería especializada , y se me van los ojos hacia las estanterías, entre tomos de Hellblazer, novelas pulp, y ensayos sobre diversos títulos de cómics. Me gusta, no tengo problema alguno en admitirlo, y nadie debería tenerlo, no es algo sobre lo que cohibirse.
Durante años, fui cliente habitual, muy habitual, de la librería Taj Mahal. De otras también, pero ésta era la principal, en ella pasé innumerables horas descubriendo curiosidades bibliográficas. El sector de los cómics en las grandes urbes está fuertemente asentado y es muy dinámico, siempre mejorando y creciendo, allí no hay problema, son conscientes de que leer cómic no te convierte en un ciudadano de segunda, y que no es excluyente con otras lecturas, puedes compatibilizarlos a la perfección con la novela negra, la histórica, o con cuanto quieras leer.
Hay que quitarse el complejo pero ya, ese complejo que aún perdura en mayor o menor medida de que es una lectura infantil. Nunca fue una lectura exclusivamente hecha para niños, es una literatura en sí misma, sí, así como suena. Lo escriben y dibujan artistas, tiene una cultura propia, y hay grandes industrias con muchos puestos de trabajo que lo respaldan, no lo crean los duendecillos del bosque. El cómic es un sector productivo firmemente asentado, de gran alcance y en constante expansión. El cómic nació, crece y permanece, merece la pena asomarse a su mundo y prestarle atención, aún le queda mucho por decir.
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