Bat-surilla

 




Lo del Batman televisivo de aquella serie de 1966 que actualmente es reivindicada como un mito recordado con cariño fue una charlotada de la hostia. Intentaron copiar el estilo de Marvel, al que tanto criticaban sobre todo porque les iba comiendo terreno sin necesidad de las viejas fórmulas de DC, pero sin su chispa. Un caricaturesco engendro que se aplaudió con las orejas, pero rechinaba en los 60 y ahora también. Una cosa es introducir elementos de diálogo humorístico, que es lo que hace la división cinematográfica de Marvel, y otra es chapotear en la humillación de un medio que en aquellos tiempos ya estaba empezando a dar muestras de su potencial y capacidad.


El peor efecto de la serie de Batman de los 60 fue cómo infectó como un virus la visión externa de todos los cómics durante los siguientes treinta años aproximadamente. No se puede recordar un momento en el que la televisión o los medios impresos hayan informado sobre una historia relacionada con los cómics en la que no hayan comenzado con "¡Wham! ¡Pow! ¡Crash!" Incluso si estuvieran informando sobre Watchmen o Walking Dead. Todos los que nunca han leído un cómic, y esto incluye a la mayoría de los periodistas de televisión y periódicos, parecen ser de la opinión de que el programa de Batman fue una representación justa del tono y el nivel de lectura de todos los cómics. Y por eso, nunca se le podrá perdonar.


Pero casi tan malo fue que fue un ejemplo clásico de la oportunidad perdida. No solo fue el enfoque desdeñosamente caricaturesco hasta el extremo lo que acabó con la serie tras solo tres temporadas, sino que si no lo hubiera hecho tanto, tal vez no hubiéramos tenido que esperar décadas antes de que un productor de películas o televisión tuviera los arrestos de intentar tratar a los personajes de cómics con algún grado de respeto. Menos mal que la versión cinematográfica de 1989 acabó con esa bochornosa imagen generalizada.

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