Característico coloreado por puntos, los Burning chillan desde un cassette. Enciendo un celta para colarme mejor entre el humo en la historia, a ver qué coño le pasa a a Peter Parker, si llega a final de mes, y si sobrevive a tanto maníaco con el que se hostia a diario.
Aquellas viejas historias en grapa, cuando los quioscos reinaban, que los pateabamos todos en busca de nuestra literatura a todo color. Cuando escuchábamos la radio tanto como la tele. Sin siquiera hablar por teléfono en días, candado en la misma rueda de marcar.
Días que las calles eran para nosotros, más polvorientas pero indudablemente divertidas. Aquel papel, sin tanto brillo, sin tanta finura, nos daba muy buenos ratos de diversión, a veces de emoción, y nos dotaba de un sentido de continuidad, una curiosidad que dosificar en periodicidad quincenal y mensual en sólo dos o tres colecciones, no veinte. En la época del cómic coloreado por puntos lo pasamos de puta madre.
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