Fuera de la oficina podría ser un tipo tranquilo y correcto, hasta atento si me apuras. Pero en horario laboral la cosa cambiaba, se convertía en un torturador mental para todo aquel con la desgracia de trabajar para él. Un mando intermedio de DC comics que odiaba su trabajo, amargado por no poder dedicarse en exclusiva a escribir relatos y novelas de ciencia ficción, habiendo tenido cierto éxito en ello. Esa frustración que hacía que la emprendiera a lo bestia contra todos, a los que les hacía pagar su propia amargura, jodiendoles la vida en lo posible y haciendo un puto infierno su estancia en la empresa, empresa en la que lo ficharon en el 41 para editar cómics, además de crear personajes de poco peso como Green Arrow y Aquaman, siendo el segundo un absoluto cero a la izquierda hasta la actualidad.
Weisinger se reparte con su amigo Julius Schwartz las competencias de la editorial, de forma que Weisinger pueda controlar con puño de hierro las colecciones principales como Batman y Superman. Liebowitz para dominar el mercado por completo y acabar con toda competencia a cualquier precio. Cuando DC afianzó sus filones Batman y Superman en los 40 -mediante abogados trileros y un Bob Kane que jodió bien a Siegel y Shuster- suprimía a los demás personajes por miedo a que hicieran demasiada sombra a las posibilidades comerciales de Superman, así que fuera superhéroes. Schwartz se centraría a partir de entonces en editar cómics bélicos, westerns y de aventuras, experimentos editoriales de ciencia ficción y otros generos de éxito moderado. Aunque Schwartz evolucionará profesionalmente mientras Weisinger solo irá empeorando.
Empezando los años 50 Weisinger centra aun más sus esfuerzos en Superman, personaje al que cada vez va aislando más del resto de DC.
Todas las historias a partir de ese momento las controla inventa Weisinger mismo, sacando cada poco de la manga un tipo de kriptonita distinto, matando cualquier posibilidad de respeto a la continuidad y de un universo compartido con otros personajes de la casa. Las llamadas historias imaginarias además del aumento de la familia Superman que infantilizaba en exceso el producto, pero Weisinger siempre despreció el cómic y a su público.
Nunca contento con los resultados, se hacía por momentos absolutamente insoportable para guionistas y dibujantes, que debían seguir al milímetro sus deseos y aún así su ira caía sobre ellos. El producto se resentía de su propia rigidez y puteaba a todo tren a todo su equipo, sosteniendo que era lo mejor para todos, reservando lo peor para Bill Finger, co-creador de Batman, aunque Shuster y Siegel, Jim Shooter o Roy Thomas, entre muchos otros, se llevaron abundantes raciones de tortura psicológica. Lo más flojo que decía era que sus guiones eran para limpiarse el culo.
Acabando los 50 DC vuelve a los superhéroes rediseñando los antiguos con notable éxito, desembocando en la liga de la justicia. Mientras tanto Weisinger en su feudo saca la legión de superhéroes con moderado éxito, lo que ya le escocía. Pero la salida a escena de Marvel le produjo una megahemorroide.
Le jodió horrores el estilo Marvel a un tipo anquilosado como Weisinger. Con su enfoque novedoso debió creer que eran de otro planeta saliéndose de su vieja fórmula del éxito, fue creciendo y vendiendo tanto o más que su Superman.
Para mitad de los 60 Weisinger se hartó d cómicse después de treinta años en el oficio, había conseguido hacer que Superman dominara el mercado durante la mayor parte de ese tiempo, pero los cómics seguían siendo algo marginal mientras que la ciencia ficción, su primer amor, durante ese tiempo había conseguido salir del ghetto ganando reconocimiento.
A Weisinger le dió en esa época por contratar a menores para escribir Superboy, no dudaba en volver a publicar guiones de números anteriores y tratar a su público como si fuera idiota e una forma más virulenta que de costumbre.
Para rematar Weisinger siguió buscando que lo despidieran jodiendoles la vida con mas ardor a sus subordinados, exigir aumentos de sueldo fuera de lugar y solicitar acciones de DC una vez salió a bolsa, pero el pasotismo de la directiva era tal que dijeron sí a todo. Llevaron a nombrarle vicepresidente de relaciones públicas de la editorial.
Harto de comics Weisinger dejaría DC en 1970. Ocho años más tarde y tras alguna novela y ser jurado en algún que otro concurso de belleza -r moría a los 63 años. Dejaba un legado de autores maltratados, de impulso a la ciencia ficción y una leyenda negra que permanece en el tiempo. Nadie lloró en el funeral.
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